15 de diciembre de 2003

El policía bueno

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Artículo principal - Edición No. 258 - Diciembre de 2003

José Luis Valverde Morales

Tomado del diario La Nación,
sección Foro, 9 de agosto de 1979

¡Adán no nos pega!, gritábamos los chiquillos de la escuela Yanuario Quesada, en San Rafael de Escazú, cuando por el frente pasaba Adán Mora, el policía del pueblo. Y aquel hombre, de aspecto bonachón e impresionante tamaño, corría con el bastón en la mano ante la algarabía de los mocosos.

Esos son los primeros recuerdos que de su existencia guardo, aunque me parece verlo al frente de los payasos, abriéndole paso a la giganta, al policía, al toro guaco y al más temido de la barrilla escolar, el famoso pisuicas, todos confeccionados por el ilustre escazuceño, don Pedro Arias.

Y es que Adán Mora fue el prototipo de nuestro humilde policía; el campesino que deja la milpa, el frijolar o la huerta, para convertirse en el aparta pleitos, en el consejero amigo cuando hay unos traguillos de más o como decían nuestros abuelos en lutoridad.

No era extraño verlo cruzar la plaza y ponerse a jugar mejenga, para despedirse luego con algún chiste de los que siempre tenía a flor de labio.

Pasaron muchos gobiernos y Adán siempre fue policía, algunas veces de verde, otras de army o bien con su gabacha amarilla de guardia rural.

Su ley no tuvo color político, porque salvo que alguien me desmienta, nunca nadie lo llamó “sapo.”

Aún recuerdo la algarabía cuando, ya en el Liceo de Escazú, lo vimos conducir por primera vez un vehículo de la policía rural. Los muchachos nos agrupábamos en el pretil de la iglesia para mirarlo y decirle algunas cosas. La verdad es que nunca nos volvió a ver y en esto creo que influyó un descuido anterior que lo dejó con todo y carro en la acera.

Si los brujos, como nos dicen a todos los que vivimos en los predios de doña Zárate, decidiéramos un día honrar la memoria de nuestros hombres, por nada del mundo debemos dejar de lado un hermoso monumento al policía bueno, al gendarme amigo, al humilde y no menos grande Adán Mora.

Su muerte me tomó por sorpresa. Cayó como Juan Santamaría, en el mismo lugar y por una causa semejante, con la mirada fija en el horizonte, a la espera del filibustero.

Quizás en su honor nunca exista un parque, un edificio, una calle, ni siquiera una placa de metal, porque eso, desgraciadamente, es un don de otros, tal vez menos grandes, pero más afortunados.

Estas letras son el testimonio de tres generaciones que siempre vimos en él al hombre generoso, sencillo, quien abandonó un día el surco, la pala, el pico y el cuchillo y los cambió por un uniforme de guardia, un revólver —no sé si con balas— y un bastón, con los que aprisionó para siempre el respeto, el cariño y la admiración.

Desconozco el grado militar con que lo halló la muerte; únicamente me pongo de pie, firme, llevo la diestra hasta la frente y le digo con cariño:
¡Hasta siempre, policía bueno!

  • Nota: Adán Mora fue uno de los policías que murieron el 1 de agosto de 1979, durante la revolución sandinista, al estallar un camión con pólvora cerca de la frontera con Nicaragua.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

si ese policia bueno tambien era un tio bueno s oy su sobrina que tenia 9 cuando el murio era muy nina pero lo llore mucho porque era muy amoroso siempre lo recuerdo el estara vivo en mi en mi infancia y enmi corazon a mis primos sus hijos un abrazo

Isabel dijo...

Fue un hombre unico!
Agradesco su reseña de mi tio

Unknown dijo...

Era mi tío querido, y lo extrañaré siempre
ATT: Conde

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