15 de marzo de 2013

El gran maestro de música

Marcos Arias Aguilar

Pulse sobre la imagen para verla más grande

Don Marcos Arias Aguilar y su esposa doña Rosario Quirós Roldán (Chayito), con quien comparte 61 años de vida matrimonial.


Artículo principal - Edición No. 307 - Marzo de 2013

Juan Antonio Céspedes Guzmán

Qué difícil pincelar la figura de un gran hombre cuando ya las nubes no dejan ver su gigantesca altura. Qué desafío para aquel mortal que pretenda hacerlo. En este espacio, correré ese riesgo y me atreveré a decir dos palabras en un intento en describir a esta eximia persona que un buen día el amor y las vicisitudes de la vida lo echaron por estos parajes cercanos a las faldas de la Piedra Blanca.

Joven, lleno de amores y de aspiraciones, venía de Santa Ana, el pueblo vecino que lo vio nacer en el año de 1924 para quedar, anclado, por siempre, en esta tierra de brujas y de adivinas. Su semilla, que nació y brotó allá, terminó aquí floreciendo y dando mucho fruto, cosecha rica y abundante que han recogido a manos llenas, los alumnos de nuestras escuelas y nuestro colegio, por generaciones enteras.

Este fraile de escoba y ceniza tuvo la dicha inmensa de conocerlo muy de cerca. Primero porque fue su maestro de música allá por el año de 1952 en la Escuela República de Venezuela, segundo, su jefe en la Dirección General de Servicio Civil y, tercero, le tocó a este fray ser su secretario cuando él fue presidente del Concejo Municipal. ¡Qué de enseñanzas y qué de gratos recuerdos a la par del maestro!

Todavía viven con él sus dos novias: Chayito, su señora esposa, y la música, su musa. ¡Dichoso el talento que, imaginando notas las caza al vuelo y en el pentagrama las fija para formar la partitura de la composición musical! Gran compositor y virtuoso del piano, es el autor de los himnos de la Escuela Benjamín Herrera y del Liceo de Escazú, también es el creador de varias canciones infantiles y de unos himnos para otras escuelas. Maestro de capilla en la iglesia de Escazú por espacio de 25 años y profesor de música en las escuelas, Andrés Bello de Santa Ana, Yanuario Quesada y República de Venezuela en Escazú. Trabajó para la Administración Pública, ha prestado sus servicios a las instituciones educativas del cantón y, como regidor presidente en dos ocasiones, ha llevado progreso y beneficio para todos sin distingos de banderías políticas. Y, ya por aparte, en lo puramente personal, siempre presto y solícito a tender la mano al que lo necesitase, en el más absoluto silencio.

Marcos Arias Aguilar es el hombre sencillo que no conoce la ostentación, es el hombre probo, sobrio, ponderado, reposado e impasible, pero también pronto, dinámico y valiente. En una ocasión, que veníamos él y yo en su carro, se le incendió el motor y aquello se convirtió en una llamarada. Ahí mismo frenó, se bajó del carro, se quitó el saco, se arrolló las mangas, levantó la tapa del motor y con las manos peladas desunió unos cables que estaban al rojo vivo y paró el incendio. Ese día, don Marcos me dejó atónito.

Y ahora oíd este otro suceso que mi memoria se niega a borrar. Corría el año de 1952 y estaba yo en primer grado. Resulta que llegó el Carro de las Muelas y aquello fue el juicio. A todos los chiquillos de la escuela el pánico inundó. Había que ir al Carro, abrir la boca, y si encontraban alguna muela mala, a sacarla. Algunos lograron escapar para sus casas, otros se escondieron, yo me quedé de último pensando que decisión tomar. Cuando ya no había nadie en toda la escuela, no me tocó más que salir del aula que está en el corredor alto del lado oeste, en el fondo. Salgo yo dispuesto a no ir al Carro de las Muelas. Pero en el corredor, donde terminan (o empiezan) las gradas, estaba ahí don Marcos, nada más que esperándome para llevarme al carro del suplicio. Y me dije: aquí no queda más que gambetearlo a pura velocidad. Y que hago que escapo por la izquierda para quebrarle más antes por la derecha, pero ya don Marcos me había adivinado la jugada de gambeta que le pensaba hacer y me logró atrapar del brazo, del brazo me sacó de la escuela y del brazo al terrorífico carro me metió. No hubo escapatoria. Y si bien mi querido mentor cumplía con su deber, no pensó lo que aquello me iba a doler, y fallida la gambeta, la muela voló fuera. Pero esta acción de don Marcos en mi vida, no se la perdono aunque de rodillas así me lo pida.

Y cuando vayáis a hacer la galería para los hombres grandes de Escazú, no olvidéis el sitio de honor para este gran señor.

Artículo cortesía de Periódico Escazú 2000 - Junio de 2007

Don Marcos Arias en los años 60.



Ver edición impresa virtual (20 páginas)
Click en el centro para entrar en pantalla completa

No hay comentarios.:

« Inicio de sección