15 de julio de 2006

Escazuceño del cosmos

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Artículo principal - Edición 278 - Julio de 2006

Marco Antonio Roldán

Desde su tierna infancia un hombre tuvo su curiosidad fijada más allá de la atmósfera terrestre. Ese vasto espacio exterior, donde las estrellas dan vida, luz y calor a la creación sublime de Dios, que tanto misterio y admiración produce en la mente del ser humano.

Un día de octubre de 1957, un niño de 7 años de edad, llamado Franklin Chang Díaz, se encontraba subido en la rama más alta de un árbol de mango mirando hacia el cielo nocturno, con la esperanza de ver el Sputnik 1, un satélite artificial ruso, que era el primer aparato puesto en el espacio por el hombre. Allí estuvo por horas hasta satisfacer por completo su curiosidad y como anunciando con antelación el inicio de su carrera espacial.

Su madre, María Eugenia Díaz, quien desde tierra firme vigilaba a su tercer retoño, jamás se pudo imaginar que, 28 años después, su hijo estaría a bordo de un transbordador espacial, un privilegio nunca antes alcanzado por un ciudadano latinoamericano.

Y es que desde niño, Franklin soñaba con tener una “navecita” y viajar por el espacio. Ese fantástico sueño se le hizo realidad el 12 de enero de 1986, cuando hizo su primera misión espacial a bordo del transbordador Columbia.

Niño prodigio

Franklin Ramón de Los Ángeles Chang Díaz nació en San José el 5 de abril de 1950. Es hijo de don Ramón Chang Morales (que en paz descanse) y doña María Eugenia Díaz, de cuya unión nacieron siete hijos, en orden mayor a menor: María Eugenia, Franklin, Sonia, Elsa, Ronald, Norman y uno que murió recién nacido, antes de Franklin.

De ascendencia china por parte de su abuelo paterno, costarricense por nacimiento y estadounidense por naturalización, Franklin es en la actualidad el astronauta con el récord de más horas de vuelo en un transbordador y hasta hace poco uno de los más sobresalientes de la Administración Nacional de Aeronáutica y del Espacio de Estados Unidos (NASA).

Aunque nació en Costa Rica, Franklin vivió parte de su niñez en Venezuela, ya que su familia se trasladó a ese país suramericano debido a una oportunidad de trabajo que tuvo su padre con una empresa constructora de carreteras.

La familia Chang Díaz residía en un pueblo llamado San Juan de los Morros, en el estado de Guárico, donde vivieron en una hermosa casa estilo colonial de madera y bajareque, que tenía un gran patio con árboles frutales —en su mayoría de mango— y fue precisamente en este lugar donde Franklin se subió a un árbol a observar el satélite ruso, que se podía ver a simple vista en las noches claras.

Años más tarde, Franklin y su hermana mayor regresaron a Costa Rica a vivir con sus abuelos maternos en una casa ubicada en las cercanías de Plaza Víquez, mientras sus padres permanecían en Venezuela. La mayor parte de su educación primaria y secundaria la cursó en el colegio La Salle y durante las vacaciones de tres meses se iba a Venezuela a visitar a sus papás.

En 1963 la familia regresa de Venezuela y construyen una casa en San Rafael de Escazú, donde residen actualmente doña María Eugenia, sus hijas Elsa y María Eugenia, y una nieta. El resto de los hermanos, con excepción de Franklin, también viven en nuestro cantón. Don Ramón Chang murió en 1981 a causa de una enfermedad.

En esa casa en Escazú vivió Franklin por cuatro años, y al concluir la secundaria, en 1967, el joven toma la determinación de irse a Estados Unidos a estudiar, pero como sus padres no tenían los medios económicos para financiarle el viaje, se vio en la necesidad de trabajar durante un tiempo en el Banco Nacional y de esta forma reunir el dinero necesario.

Es así como el futuro astronauta se traslada a vivir a Hartford, Connecticut, donde se hospeda en la casa de una prima.

Siendo todavía un adolescente ingresa al Hartford High School, con el propósito de mejorar su inglés. Durante el primer año, Chang impresionó sobremanera a sus profesores por su notable destreza en temas matemáticos y científicos.

En virtud de la gran capacidad intelectual demostrada por Franklin, los profesores le recomiendan solicitar una beca en la Universidad de Connecticut, la cual fue rechazada por no ser ciudadano estadounidense.

Sin embargo, los profesores consideran que un talento tan grande no se puede desperdiciar, por lo que intentan convencer a la universidad de que haga una excepción. La petición fue acogida de manera positiva y finalmente es admitido.

Luego de estudiar por cuatro años en esa universidad, obtiene la licenciatura en ingeniería mecánica en 1973, y más tarde, un doctorado en física del plasma aplicada en el Instituto Tecnológico de Massachusetts, en 1977.

En 1980 logra ingresar a la NASA y en agosto de 1981, a base de mucho esfuerzo, llega a alcanzar el cargo de astronauta, siendo elegido entre 4000 solicitantes que aplicaron para 19 puestos disponibles y de esta forma inicia su preparación para formar parte del equipo de vuelos espaciales.

Su experiencia como astronauta suma 1601 horas en el espacio, en siete misiones espaciales, a saber: 1986, a bordo del transbordador Columbia; 1989 y 1992 en el Atlantis; 1994, 1996 y 1998 en el Discovery; y la más reciente en 2002, en el Endeavour. Ha realizado 3 caminatas espaciales, con un tiempo total de 19 horas y 31 minutos.

Está casado desde hace 20 años con la médico Peggy Doncaster, y es padre de cuatro hijas: Jean, Sonia, Lidia y Miranda; las dos últimas de su segundo y actual matrimonio.

El proyecto de su vida

Tras 25 años como científico y astronauta de la NASA, Franklin decidió abandonar, hace un año, esa agencia espacial para crear su propia compañía de tecnología espacial denominada Ad Astra Rocket, cuya sede está en Houston, Texas, y que se financia con capital del gobierno estadounidense y del sector privado.

La razón de esta separación obedece a que de esta forma es posible conseguir recursos no solo estatales, sino además de grandes inversionistas extranjeros, lo que permite acelerar los proyectos, los cuáles muchas veces se retrasan por falta de financiamiento.

Nuestro país se suma a este gran proyecto tecnológico con la apertura de la subsidiaria costarricense de la Ad Astra Rocket Company, y cuyo edificio y laboratorio ya casi se inaugura en Liberia, Guanacaste.

Tanto en el laboratorio de Houston, como en el de Costa Rica, el Dr. Chang, junto a un calificado grupo de asesores, científicos y técnicos, continuará con el proyecto al cual ha dedicado la mitad de su vida: el desarrollo de un revolucionario motor iónico a base de plasma, denominado VASIMR, y que permitiría hacer realidad el anhelado sueño de llevar al hombre al planeta Marte en el año 2018.

Con este motor, el viaje de ida y vuelta al planeta rojo tardaría unos siete meses, mientras que con los medios de propulsión actuales sería de casi tres años.

El pueblo de Escazú tiene el orgullo de haber tenido entre sus ciudadanos a un hombre que es un ejemplo de entrega, valor y perseverancia. Es por esos méritos y más, que la Municipalidad de Escazú lo declara Hijo Predilecto del Pueblo, en 1986, distinción que comparte con don Alvar Macís y el padre Walter Howell.

2 comentarios:

Marco Antonio dijo...

¿Quién dijo que hay sueños inalcanzables? Dentro de nuestros límites humanos, nada es imposible. Franklin es un ejemplo vivo de ello. ¡Qué orgullo más grande que alguien que fue ciudadano de Escazú durante cuatro años haya llegado tan alto! (entiéndase el doble sentido.) Franklin Chang es una estrella que brilla en el firmamento de esta querida tierra escazuceña.

Marco Antonio Roldán.

José Rafael Flores Alvarado dijo...

Franklin Chang vivió un tiempo en San Rafael de Escazú, de la antigua Primavera 100 metros al oeste.-

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